Tal y como han
transcurrido las últimas generaciones de consolas y centrándonos en los grandes
títulos, hay quien dice que la obsesión de los videojuegos por la narrativa ha
terminado jugando en su contra. Yo soy de los brasas que quieren vivir y
escuchar historias, de los que sí te va a analizar el guion de un videojuego
dándole la importante que merece. Sin embargo, también opino que sería más
rentable dejarse de tanta puesta en escena cinematográfica y abandonar ciertas
pretensiones, especialmente por cómo está el patio. Al final aquí hemos venido
a jugar. No me creo que Batman sea un personaje del que solo se puede extraer
hostias y más hostias, pero bueno, vamos a pasarlo por alto y ver que ofrece
esta nueva entrega de Rocksteady.
Batman Arkham Asylum no podía llegar en mejor momento. Entre tanto shooter,
Rocksteady nos ofrecía una aventura de acción sin pistolas, llena de variedad
gracias a los múltiples gadgets del hombre murciélago, sin miedo a momentos
pausados y con un notable equilibrio entre sus diferentes facetas de juego:
acción, sigilo, exploración, jefes finales, etc. Un plato más que correcto que
por circunstancias nos supo a manjar de Dioses, con unos defectos que han
terminado manifestándose en esta secuela tan continuista.
El sistema de combate cuerpo a cuerpo no puede ser más simple. Funciona y
es coherente con el personaje, pero se echa en falta un mínimo de profundidad. Batman
no tendrá súper poderes, pero sí un gran arsenal de gadgets que podrían añadir
nuevas formas de afrontar las secciones de acción. La exploración y los puzles
también desaprovechan las posibilidades del héroe de DC: el desarrollo del
juego, lineal, no son más que fases diferenciadas donde en cada una se pone en
práctica el último gadget adquirido. Se echan en falta niveles donde no sea tan
obvia la herramienta a utilizar, donde se exija al jugador utilizar la lógica y
el ingenio.
Al igual que en Arkham Asylum, el sigilo sigue siendo el punto fuerte del
juego. En determinados escenarios, los enemigos llevan armas de fuego,
obligando a Batman a descartar el cuerpo a cuerpo como opción. En su lugar,
tendremos que aislar a los enemigos para acabar con ellos uno a uno sin ser
advertidos, utilizando el miedo como arma. La mecánica es muy divertida y
satisfactoria, aunque se echa de menos alguna novedad respecto a la anterior
entrega de la saga que añada más opciones. De nuevo, a pesar de todas las
herramientas que llevamos, da la sensación de que el juego permite poca
creatividad. Otro problema añadido es la curva de dificultad. Conforme
avanzamos, los enemigos adquieren mejoras como gafas térmicas que ayudan a
detectar a Batman en la oscuridad. Contratiempo que se puede resolver con tan
solo pulsar un botón y adquirir la habilidad de ser inmune a las mencionadas
gafas.
El gran problema de Arkham City es ser una secuela muy conservadora. Aparte
de la ausencia de novedades en sus mecánicas y en el desarrollo de las misiones
principales, nos encontramos con una apuesta por el mundo abierto bastante
decepcionante. No es un intento de llevar la saga a un plano más ambicioso,
sino de adoptar el ubisoftnismo. Una ciudad vacía donde poco podemos hacer más
allá de movernos por azoteas llenas de enemigos. Unos cuantos coleccionables
escondidos y misiones secundarias repartidas por el mapa. Nos encontramos ante
una propuesta tan insulsa que por momentos parece un Assassin’s Creed con una
skin de Batman.
Por supuesto la historia principal no es más que un plan malvado del Joker que
debes detener y para ello tienes que ir al edificio A para descubrir que
necesitas ir al edificio B a conseguir un objeto cuya ausencia te impide
avanzar. Al volver al edificio A, el Joker escapa, te enfrentas a otro villano
que aparecía por ahí porque necesitamos un jefe final cualquiera y el esquema
se repite un par de veces hasta el enfrentamiento final. Un factor a tener en
cuenta es cómo influye el argumento en el desarrollo del juego: el Joker nos
contagia de una enfermad mortal y debemos apresurarnos para conseguir la cura.
Se trata de una carrera contrarreloj y sin embargo disponemos de tareas secundarias
con las que perder el tiempo además de un mapa abierto que se traduce en
tediosas caminatas hasta el lugar donde activamos la misión principal.
Dudo que la propuesta haya envejecido mal, más bien en 2011 era difícil que
una secuela de una gran producción con mucha publicidad detrás se llevase malas
notas. Arrastrando el éxito de Arkham Asylum y con la mentalidad de que más
cosas que hacer, mapa grande y contenido diverso al ser un sandbox es siempre
siempre algo bueno, pues ahí lo tenemos, notazas en todos lados. Pero en el
fondo el principal problema de Batman Arkham City es que me ha aburrido. Y ese
es el problema que arrastran muchos juegos que se acoplan a la moda del juego
abierto. Con una aventura de acción lineal como Tomb Raider, por clónica que
sea y por muchos defectos que tenga, al menos disfrutas de su buen ritmo y de
unas mecánicas más pulidas. En cambio con los sandbox el batacatazo se acentúa
por una falta de ritmo y un relleno abrumador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario