jueves, 15 de noviembre de 2018

Batman Arkham City


Tal y como han transcurrido las últimas generaciones de consolas y centrándonos en los grandes títulos, hay quien dice que la obsesión de los videojuegos por la narrativa ha terminado jugando en su contra. Yo soy de los brasas que quieren vivir y escuchar historias, de los que sí te va a analizar el guion de un videojuego dándole la importante que merece. Sin embargo, también opino que sería más rentable dejarse de tanta puesta en escena cinematográfica y abandonar ciertas pretensiones, especialmente por cómo está el patio. Al final aquí hemos venido a jugar. No me creo que Batman sea un personaje del que solo se puede extraer hostias y más hostias, pero bueno, vamos a pasarlo por alto y ver que ofrece esta nueva entrega de Rocksteady.



Batman Arkham Asylum no podía llegar en mejor momento. Entre tanto shooter, Rocksteady nos ofrecía una aventura de acción sin pistolas, llena de variedad gracias a los múltiples gadgets del hombre murciélago, sin miedo a momentos pausados y con un notable equilibrio entre sus diferentes facetas de juego: acción, sigilo, exploración, jefes finales, etc. Un plato más que correcto que por circunstancias nos supo a manjar de Dioses, con unos defectos que han terminado manifestándose en esta secuela tan continuista.


El sistema de combate cuerpo a cuerpo no puede ser más simple. Funciona y es coherente con el personaje, pero se echa en falta un mínimo de profundidad. Batman no tendrá súper poderes, pero sí un gran arsenal de gadgets que podrían añadir nuevas formas de afrontar las secciones de acción. La exploración y los puzles también desaprovechan las posibilidades del héroe de DC: el desarrollo del juego, lineal, no son más que fases diferenciadas donde en cada una se pone en práctica el último gadget adquirido. Se echan en falta niveles donde no sea tan obvia la herramienta a utilizar, donde se exija al jugador utilizar la lógica y el ingenio.

Al igual que en Arkham Asylum, el sigilo sigue siendo el punto fuerte del juego. En determinados escenarios, los enemigos llevan armas de fuego, obligando a Batman a descartar el cuerpo a cuerpo como opción. En su lugar, tendremos que aislar a los enemigos para acabar con ellos uno a uno sin ser advertidos, utilizando el miedo como arma. La mecánica es muy divertida y satisfactoria, aunque se echa de menos alguna novedad respecto a la anterior entrega de la saga que añada más opciones. De nuevo, a pesar de todas las herramientas que llevamos, da la sensación de que el juego permite poca creatividad. Otro problema añadido es la curva de dificultad. Conforme avanzamos, los enemigos adquieren mejoras como gafas térmicas que ayudan a detectar a Batman en la oscuridad. Contratiempo que se puede resolver con tan solo pulsar un botón y adquirir la habilidad de ser inmune a las mencionadas gafas.




El gran problema de Arkham City es ser una secuela muy conservadora. Aparte de la ausencia de novedades en sus mecánicas y en el desarrollo de las misiones principales, nos encontramos con una apuesta por el mundo abierto bastante decepcionante. No es un intento de llevar la saga a un plano más ambicioso, sino de adoptar el ubisoftnismo. Una ciudad vacía donde poco podemos hacer más allá de movernos por azoteas llenas de enemigos. Unos cuantos coleccionables escondidos y misiones secundarias repartidas por el mapa. Nos encontramos ante una propuesta tan insulsa que por momentos parece un Assassin’s Creed con una skin de Batman.

Por supuesto la historia principal no es más que un plan malvado del Joker que debes detener y para ello tienes que ir al edificio A para descubrir que necesitas ir al edificio B a conseguir un objeto cuya ausencia te impide avanzar. Al volver al edificio A, el Joker escapa, te enfrentas a otro villano que aparecía por ahí porque necesitamos un jefe final cualquiera y el esquema se repite un par de veces hasta el enfrentamiento final. Un factor a tener en cuenta es cómo influye el argumento en el desarrollo del juego: el Joker nos contagia de una enfermad mortal y debemos apresurarnos para conseguir la cura. Se trata de una carrera contrarreloj y sin embargo disponemos de tareas secundarias con las que perder el tiempo además de un mapa abierto que se traduce en tediosas caminatas hasta el lugar donde activamos la misión principal.

Dudo que la propuesta haya envejecido mal, más bien en 2011 era difícil que una secuela de una gran producción con mucha publicidad detrás se llevase malas notas. Arrastrando el éxito de Arkham Asylum y con la mentalidad de que más cosas que hacer, mapa grande y contenido diverso al ser un sandbox es siempre siempre algo bueno, pues ahí lo tenemos, notazas en todos lados. Pero en el fondo el principal problema de Batman Arkham City es que me ha aburrido. Y ese es el problema que arrastran muchos juegos que se acoplan a la moda del juego abierto. Con una aventura de acción lineal como Tomb Raider, por clónica que sea y por muchos defectos que tenga, al menos disfrutas de su buen ritmo y de unas mecánicas más pulidas. En cambio con los sandbox el batacatazo se acentúa por una falta de ritmo y un relleno abrumador.



 

 

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