El hombre sin sombra (Hollow Man), la última película de Paul Verhoeven en
tierras americanas, fue un punto de inflexión en su carrera. Un proyecto de
encargo, un guion comercial destinado a hacer dinero que Verhoeven aceptó
gustosamente para regresar a su tierra natal con una buena fortuna. El director
holandés no tardaría en renegar de dicha película, confirmándose como una de
las figuras más peculiares que ha pasado por Hollywood. Lo cierto es que, tanto
por parte de público como crítica, El hombre sin sombra tampoco es
especialmente querida. Pero el resto de las películas de Verhoeven producidas
en Estados Unidos suelen correr una suerte similar a causa de su superficie
comercial y de sus guiones cutres. Así que me animé a verla de nuevo, tras todo
lo que ha llovido desde que su estreno en el plus me permitió verla, para
comprobar qué había dejado Verhoeven en esta particular despedida.