No ha llovido mucho desde que los videojuegos
eran mencionados en la prensa general como inventos de Satanás, unos
instrumentos que nos atontaban el cerebro y nos obligaban a drogarnos y a matar
gente. Por poco que importe lo que diga el resto, un aficionado al mundillo
quiere un mínimo de respeto y el camino elegido para llegar a ese estatus fue
pregonar aquello de “LOS VIDEOJUEGOS SON ARTE”.
La consigna era imitada mayormente por
adolescentes e incluso niños que simplemente querían disfrutar de sus vicios
titánicos en paz. No era una mentalidad con gran trasfondo, pues se pensaba que
aquellos melodramas de los JRPGs eran la cúspide narrativa y emocional que
justificaba la etiqueta de “arte”. Al
final todo se reducía a que los videojuegos podían ser una afición tan sana
como cualquier otra, realmente conseguir eso de “arte” era bastante secundario.
En la actualidad se puede decir que el estatus
ha cambiado, cada vez aparece más normalizada la visión del videojuego como
medio cultural a pesar de que siempre saldrán los yayos de los periódicos
criticando la obsesión por los matamuchis y cualquier cosa que huela a
millenial. De hecho, las antorchas se encienden en cuanto alguien vuelve a
colocar a un videojuego como justificación de una matanza o cuando se cuestiona
la validez cultural del videojuego.
Sin embargo, también se critica con
agresividad cuando alguien decide dar un trato más artístico al videojuego. Fue
precisamente el diario El País el que nos sorprendió con un escrito sobre Doom,
hablando del título de ID Software como quien habla de un disco de música, una película
o una novela. Y esto chirría muchísimo en nuestra querida comunidad, pues
apenas habla del gameplay, no se dedica a contar fps, ni a decirnos si se ve
mejor en Xbox One o en PS4. No, habla del trasfondo del juego y la lectura
personal que realiza el autor del artículo. ¡Sacrilegio! ¡Es solo un juego!
Quizás el texto sea una mierda, pero no es ahí
donde quiero entrar. El problema es que no se pueden usar términos pretenciosos
ni hablar de política o filosofía a raíz de un videojuego a no ser que sea
súper explícito. ¿Y qué más da si de verdad los desarrolladores querían
limitarse a hacer un juego de disparos? La gracia de los videojuegos es la
interacción, hacer que cada jugador construya su propia experiencia. Si alguien
se monta esa película sobre Doom, bienvenida sea. Ya de debatirá sobre si es
demasiado pretenciosa, una meada fuera de tiesto o lo que sea, pero habrá que
darle una oportunidad.
Con esto, no estoy diciendo que textos de ese
estilo deban ser el nuevo estándar a la hora de analizar videojuegos. El
tradicional, aunque plagado de cosas que critico muchísimo, no creo que deba
extinguirse y, por supuesto, tiene su utilidad. Pero sí aburre que sea usado
por el 99% de medios. Introducir miles de referencias culturales y titular los
análisis con –ismos y “postverdades” no será una fórmula perfecta. Comparte el
mismo defecto de los textos de webs y revistas veteranas, la excesiva
benevolencia con la que se mira al videojuego, resaltando los aciertos sin
mencionar los fallos. Uno ensalza cualquier título que se vea bien y sea
divertido mientras que otro alaba a un juego en cuanto encuentra referencias
socioculturales y encuentra un trasfondo mínimamente interesante. Sin embargo,
lo importante es que ambos enfoques pueden convivir y son necesarios. El
primero porque el videojuego no se va a desprender de su parte más técnica (que
salpica a todos sus apartados) y el segundo porque merecen ser tomados más en
serio.
Se comenta que estos escritos tan pretenciosos
y que marean la perdiz con temas que, a priori, no parecen encajar con el
videojuego, olvidan el gameplay, el punto más importante. Defiendo que la
jugabilidad es la característica que da personalidad al videojuego, que habla
por él. Pero no es un ente que vive al margen del resto de cualidades de un
título, tan separado como nos quiere insinuar el análisis tradicional. A poco
que una obra esté bien hecha, hablar de su historia o de su mensaje puede ser
sinónimo de comentar el gameplay, ya que es el vehículo que nos transmite toda
la carga narrativa del videojuego.
Claro está, siempre aparecen las famosas “disonancias”
y no siempre los mensajes se imprimen de forma exclusiva en las mecánicas del
juego. En cualquier caso, no es tan relevante. Hay artículos en la prensa sobre
lo que cuentan novelas, películas, discos o cuadros sin pararse a analizar la
forma de escribir o el lenguaje audiovisual y no por ello son reseñas menos
válidas. ¿Por qué no aplicar estos enfoques al videojuego?
Quizá no escriba más que gilipolleces, pero
para mí esto no es solo un juego.
Precisamente hace poco en Vandal.net publicaron las impresiones del modo historia de Splatoon 2, y en los comentarios a la gente se le empezó a ir la olla, que si carga narrativa por allí, que si no se que por allá. Yo también comenté, y comparé los videojuegos con otras formas de arte, y dije que cada tipo de arte usa las herramientas que el medio le ofrece. Una escultura o un cuadro no pueden tener narrativa de la misma forma que un libro no puede tener imágenes. ¿Y los videojuegos? Pues no sólo tienen todo el espectro posible, sino que además tienen interacción. Y si quieres evaluar un videojuego creo que hay que evaluar el espectro al completo, teniendo en cuenta, eso sí, lo que pretende el autor. De la misma forma que no puedes tirar por tierra el Guernika por su ausencia de color o un disco de Nirvana por ser demasiado simple técnicamente, no puedes criticar Doom por falta de narrativa.
ResponderEliminarLo que sí no comenté, y estoy totalmente de acuerdo contigo, es que la crítica de videojuegos es demasiado amigable con el producto. Yo hace poco critiqué el Prototype en mi blog y no me gustó, así que le casqué un 4,6, cuando en otras webs, encontrándole los mismos defectos que yo, le ponían un 8. ¿Cómo se le puede poner un 8 a un juego con defectos graves evidentes? Muy fácil, desde tiempos inmemoriales se tiene la percepción de que un videojuego con menos de 8 de media es malo. Sin embargo, en el cole nos enseñan que un 8 es un notable alto. Creo que esto es así porque, como bien dices, cuando los videojuegos empezaron a tener cierta popularidad la gente los criticaba sin ninguna razón y los medios especializados se defendían a su manera y una forma de hacerlo era publicar sólo las críticas de los juegos buenos, y ponerles 90s (como el 91 que le cascó Hobby consolas al infame Dragon Ball Final Bout). Así, parecía que todos los juegos eran buenos y divertidos.
La prensa especializada comenzó con la influencia de revistas tecnológicas, los análisis nacieron con esas bases y como consecuencia, a poco que un juego se vea bien (esto es, cualquier triple A o producción con presupuesto decente) ya va a ser un buen producto a poco que sea divertido. A eso hay que sumar la estrecha relación entre publishers y prensa (voy a decir que tus juegos son muy buenos para que me sigas pasando avances y noticias, no sea que me vetes) y tienes una combinación que da lugar a notas infladísimas.
EliminarLo que dices sobre las pretensiones del autor, sin duda es un debate interesante que da para tesis doctorales. Yo opino que es bueno intentar analizar sus intenciones, pero dada la interacción que ofrece el videojuego y la capacidad para crearte tu propia historia, también tienen cabida las interpretaciones libres.
Un saludo.