jueves, 18 de mayo de 2017

Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty (Psé)



Es muy fácil hablar a toro pasado. Acribillar un título como Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty es tan fácil como poner en el punto de mira a sus constantes y alargadas escenas de vídeo. Claro que, eran otros tiempos. Aquellos donde no se sabía muy bien cómo contar una historia y ante la duda, nos mostraban una película cortada en pedazos para intercalar los segmentos jugables. Aunque por mucho que Kojima remase por el camino equivocado, no se le pueden negar sus méritos y aciertos a la hora de importar la influencia cinematográfica.



Fuera de esa peliculitis, el gran atributo de esta secuela supone la patada hacia el fanservice tan habitual en los videojuegos. Ni corto ni perezoso, nos arrebata el control de Solid Snake para relegarlo a personaje secundario y nos pone en la piel de un protagonista a priori mucho menos carismático, Raiden. Una maniobra valiente que se ha ido valorando con el paso del tiempo, aunque Kojima cayese finalmente en la espiral del fanservice que suponen las secuelas innecesarias. Por si fuese poco, Raiden da juego para romper la cuarta pared, unos derroteros experimentales que podrían haberse explotado más y mejor.

En su lugar, tenemos un guion enfocado a terroristas rusos secuestrando cosas americanas, una misión de rescatar al presidente, Snake contra Ocelot, Raiden contra Solidus, Foxhound contra los Patriots, Liquid contra todo el mundo, un nuevo Metal Gear que destruir y yo qué sé, no me he enterado de casi nada, solo tengo la sensación de que hay tropecientos mil bandos enfrentados, que Raiden no tiene ni idea de para quién lucha y que cada personaje tiene su versión de los hechos. Cada loco con su tema. Todo para que la escena final sea de lo más sobrio y directo que ha dirigido Kojima, donde piensas que ya podría haber sido así el resto de la historia.

No es casualidad que prefiera, con diferencia, a los MGS 1 y 3. Por supuesto también tienen sus miles de líos y subtramas, pero al menos ese trasfondo está mucho más contenido, dando prioridad al mensaje anti belicista y a la aventura principal del protagonista. Tanto MGS 2 como el 4 caen en este pozo ininteligible de datos, personajes y conspiraciones cercano a la embolia cerebral que supone seguir la línea argumental de la saga Kingdom Hearts.


 
HABLEMOS DE LA JUGABILIDAD

Un buen motivo para no rejugar Metal Gear Solid es su condenado backtracking, cuyo único motivo de existencia solo podía explicarse como método chustero para alargar un juego tan corto. En MGS2 el backtracking se lleva a otro nivel, la repetición y dar vueltas una y otra vez por los mismos pasillos consigue que ese escenario tan ridículamente pequeño de para más de 10 horas de juego. En los tiempos de PS1 podía comprenderse este tipo de diseño. En PS2 ya no. El problema es que la variedad o el respiro solo vienen en forma de parones mediante las cinemáticas o interminables charlas por códec.

Aunque jugablemente sí aparecen ciertas fases que rompen la monotonía de atravesar 20 veces el mismo pasillo adormeciendo 20 veces al mismo guardia. Un apabullante nivel acuático seguido de una misión de escolta…

Los jefes finales al menos dan lugar a combates bastante divertidos, acordes a lo esperado en la saga. Sin embargo, esperaba que fuesen cumplidores más allá de lo jugable. Esta vez no hay rastro de esa humanización del enemigo que mostraba el primer Metal Gear Solid y la caracterización de algunos personajes como Fatman es bastante pobre. Y Solidus es un villano bastante olvidable en comparación con Liquid o The Boss. Termina de matarme el insulso combate contra el Metal Gear de este episodio, muy insulso y diseñado con desgana, o al menos esa es la sensación que produce.






Este texto es tan pobre y tan vago que parece una recopilación de tuits haters, pero es que Kojima, con ese título, no me ha dado pie a que quiera trabajarme una entrada. Tengo miedo porque es una saga que me encantaba en mi adolescencia y a saber qué ocurre cuando revisite Metal Gear Solid 3: Snake Eater. De momento, con esta segunda parte me queda un trago bastante amargo. Esparce ideas interesantes, perdiéndose en Kojimadas varias, una historia que no sé cómo digerir y un diseño de niveles muy poco inspirado, que no hace otra cosa que aburrir. Quizás el paso del tiempo le ha hecho un flaco favor.

 





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