Fernando Trueba es ese director conocido por su mirada bizca, sus siempre polémicas declaraciones en cuanto a su españolismo, su peso en la SGAE y por su Oscar a mejor película extranjera. Sin embargo, ¿qué hay de su cine? A lo sumo tenemos la estatuilla dorada pero un premio por sí mismo no dice nada. Lo cierto es que Trueba carece de una filmografía atrayente y reconocida a la altura de la fama que ha conseguido, que incluso se ha traducido en cierto respeto a su obra, todo un logro en este país.
Su ópera prima, Ópera prima (...), le permitió entrar en el mundo del cine como muy buen pie. Se trata de un proyecto bastante modesto que consiguió cierto éxito gracias al empujón de críticos de cine amigos de Trueba y de ser un producto de su época, de la movida madrileña, del destape y de la transición. Quizás por eso verla en 2016 resulta decepcionante. Si uno estuviese en el momento oportuno podría entender el encumbre de productos culturales como el que nos ocupa.
Trueba declaró
que se trata de una película de personajes. Todo está visto a través
del personaje de Matías (Oscar Ladoire), y
Matías está visto a través de sus relaciones con su prima Violeta (Paula
Molina). Es llamativo ver muchos planos abiertos del escenario (tanto
interiores como exteriores), donde Oscar permanece quieto, limitándose a
hablar, y el resto del elenco (especialmente Violeta) no paran de
moverse por el plano, incluso entrando y saliendo de él. Y como bien
dice Trueba, son las reacciones de los personajes, compañeros de
trabajo, clientes, hijo, ex-mujer, amante, amigos, enemigos, quienes nos
muestran y construyen su personalidad y su historia.
No
se puede negar el interés que suscita Trueba con su forma de narrar
pero todo se viene abajo por el resultado del personaje principal,
Oscar. Encaja perfectamente con el perfil de críticos como Boyero (tan
amigo de Trueba) y esa generación de lectores medios de El País.
Culturetas, con espíritu progresista, que se creen en la élite
intelectual por leer cuatro libros y que tras toda esa capa esconden un
machismo y un clasismo bastante deprimente. Oscar es un personaje ridículo y
lo peor es que tanto Trueba como Boyero y compañía no parecen reírse de
él, sino todo lo contrario, hasta lo alaban.
Por si fuese poco, Oscar es una copia hacendado de Woody Allen, con su excesiva charlatanería que al final nunca dice nada y su aparente conocimiento de la cultura. La interpretración del actor es horrible, como la es también la de su compañera Paula Molina. Cargo contra Trueba de nuevo porque es sobre todo en este personaje femenino donde se evidencia la dejadez en la dirección de actores. En general el filme respira un tufillo a director recién sacado de clase, más cercano a una serie de cortos para presentar al profesor que para construir una opera prima de verdad.
Evidentemete el resto de la filmografía de Trueba no deja esa sensación propia de un novato, pero tampoco me ha encadilado. Una ópera prima puede ser indicativa de cómo ve el cine un director, qué ha venido a hacer aquí, qué temas quiere tratar, a qué aspira. Mala suerte que ya viese meses atrás Belle Epoque, Chico & Rita o El artista y la modelo. Aunque sean películas bastante más salvables que Ópera prima, lo que tengo claro es que ya no vuelvo a pasar por el aro del señor Trueba.
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