Pocos temas
están tan trillados en el cine como el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial.
Ha sido todo un escaparate para hacer los dramones de la década, películas
cargadas de premios y presumir de historias basadas en hechos reales que tanto
conmueven a la gente. Se ha llegado a tal punto que hasta da pereza ver mas
películas sobre judíos, nazis y campos de concentración. Así que si vengo por
las buenas a recomendar la enésima pelicula del tema entiendo que no me hagáis
ni caso. Pero como me gusta decir, lo
importante no es la historia, sino el cómo. Estando Paul Verhoeven detrás de
las cámaras, El libro negro merece un voto de confiaza para ver nuevas formas
de narrar esos dramas tan típicos. Porque es una época que hemos visto y
revisto mil veces, pero siempre con otras ópticas.
El libro negro
presenta a Rachel Stein, una judía obligada a ocultarse debido a la ocupación nazi en
Holanda. La ausencia de seres queridos la empuja a una situación donde no tiene
nada que perder y por ello acepta sin rechistar la propuesta de colaborar con
la resistencia holandesa en misiones de alto riesgo. Verhoeven se trae de
Hollywood un pulso narrativo vibrante que apenas da respiro al espectador. La
intriga con toques de cine negro propicia una pelicula hitchcockiana con un ritmo en el cual las más de dos horas se
pasan volando. Lo realmente meritorio es que la narración rara vez se antoja
atropellada o acelerada, tarea nada fácil, pues el director holandés consigue
compactar de forma muy satisfactoria un guión que daba para una miniserie de 10
capítulos. Además, consigue que sigamos con facilidad los sucesos y personajes
de la trama sin caer en la obviedad, con las explicaciones justas.
Lo mejor de
todo es que la multitud de acontecimientos y acciones se combinan con un retrato
fantástico de los personajes. Es aquí donde Verhoeven marca la diferencia
respecto a otros directores hollywoodienses. El director holandés huye de
maniqueísmos (salvo alguna que otra excepción), de la típica construcción de
personajes del subgénero. Pero no lo hace de forma fácil, limitándose a que la
resistencia (los buenos) son capaces de hacer cosas malas o de que hay nazis
(los malos) que hacen cosas buenas. Por suerte va mucho más allá: presenta a
los personajes como seres humanos que actúan según lo mejor para ellos y para
sus seres queridos. Personajes que se dejan llevar por las emociones y por sus
impulsos. De esta manera, El libro negro consigue ser una película muy cercana. Su empatía y credibilidad se consigue así, en lugar de insistir con mil carteles de "basado en hechos reales" o que su guión contente a los amigos los verosímiles.
El libro negro
también nos muestra una visión cruda y pesimista de la violencia y los efectos
de la guerra. Es esencial que el final de la IIGM no sea más que otro suceso
para la trama. Porque a continuación, la película aún tiene mucho metraje que
contar. No es cuestión de atar los cabos sueltos y de resolver las intrigas
acontecidas (que también), sino de poner de manifiesto que la violencia y el
odio no se detienen.
Lo cierto es
que El libro negro no es ninguna historia que te vaya a conmover por el drama,
al igual que tampoco es nada recomendable si buscas rigor histórico. Verhoeven
ofrece una vibrante cinta de intriga y acción, con personajes que resultan muy
humanos y cercanos. A pesar de que a día de hoy no sea una temática muy
atractiva, El libro negro consigue diferenciarse y construir motivos para ser
una película altamente recomendable, de un director que nunca deja indiferente
a nadie.
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