Los indies ya no son sorpresa.
Llegaron y se asentaron. Ahora viven entre nosotros y se sientan en la
cafetería con el resto de sus compañeros. Son uno más, su etiqueta (indie) ha
dejado de ser un término sinónimo de elogios. Se han hecho mayores y ya no
necesitan la figura del crítico paternalista que reclama relevancia y respeto.
Es un momento idóneo para fijar la mirada en aquellos proyectos inocentes de
hace un lustro que vivieron felices en plena burbuja de prosperidad y amor al
prójimo.
To The Moon (Freebird Games, 2011)
nos presenta a Eva Roselane y Neil Watts, trabajadores de la empresa Sigmund
Corp. Su servicio consiste en manipular los recuerdos de personas moribundas
para que descansen en paz pensando que han alcanzado sus sueños. Su nuevo
paciente, Johnny, desea ir a la luna. Los doctores se ponen manos a la obra
para insertar ese recuerdo, una misión que implica viajar por la memoria de
Johnny, observando sus éxitos y fracasos. De este modo, conocen a River, su amada
desde la niñez.
To The Moon es un proyecto pequeño
desarrollado casi en exclusiva por su director, Kan Reives, mediante la
herramienta RPG Maker. Es un juego que se define por su temática: el romance.
Es un hecho doblemente impactante. Primero porque los juegos acostumbran a
clasificarse según el género, planteamiento que conduce a análisis centrados en
lo bueno o malo que es a base de cumplir las leyes del género. To The Moon no
es una aventura gráfica, una aventura a secas o un RPG. Desde esa óptica, es
difícil ilustrar sus virtudes. El propio Reives nos ofrece una parodia del
género RPG en el primer acto del juego para dejar claras sus intenciones.
Segundo, el romance es una temática casi inexplorada en el medio, que conduce a
descorchar el champán cuando alguien se atreve a contar una historia así. Una
reacción tan acertada como precipitada.
Los doctores Eva y Neil asisten de
forma contemplativa al pasado de Johnny y River. Estos últimos absorben por
completo el protagonismo de la historia, a pesar de que ninguno de ellos es
controlado por el jugador. La interacción recae sobre los doctores, cuyo
trabajo consiste en recopilar los objetos destacados de cada escenario para
crear mementos que dan acceso a otros recuerdos. A continuación, se plantean
sencillos y repetitivos puzles, que no terminan de casar con la narrativa. Ahí
termina el papel del jugador.
La falta de interacción es el
principal tema de debate en To The Moon. En La ventana indiscreta y Vertigo,
Alfred Hitchock proyectaba el rol contemplativo del espectador en el protagonista (en
ambas ocasiones interpretado por James Stewart). Le hacía cómplice de su
voyeurismo y reflexionaba acerca de la posibilidad de participar en la
historia, convirtiendo al personaje en un agente más activo de la trama, con
sus respectivas consecuencias. En la obra de Kan Reives, existe un
planteamiento muy similar, con la diferencia de que intervenir en la trama se
hace desde las sombras, con la mínima interacción. La reducida jugabilidad
provoca que observemos a los doctores en lugar de interpretarlos, personajes
que a su vez adquieren un rol contemplativo, para dar paso a River y Johnny:
los verdaderos artificies de la trama. Son ellos con los que empatizamos, los
que nos emocionan. Si To The Moon es una experiencia pasiva, protagonizada por
personajes pasivos, la siguiente pregunta es inevitable: ¿era un videojuego el
medio ideal para esta historia?
Y no se debe pasar por alto que se
trata de una buena historia, escrita con especial dedicación. En una época
donde abundan las exposiciones, es un regalo para los sentidos ver una
narrativa que huye de explicaciones y obviedades. Lo interesante reside en cómo
cuentas la obra, un detalle tan o más importante que el guion en sí mismo. Es
una pena que To The Moon ofrezca una pasividad desmesurada al jugador, hecho
que chirría más al comprobar su duración. Más de 4 horas se antojan excesivas
para una experiencia de este calibre. La jugabilidad no es un apartado a
descuidar en favor de la narrativa, ni ofrecer una buena historia supone
sacrificar la interactividad en forma de líneas de diálogo y/o cinemáticas.
Entiendo el
amor que se profesa a la escena indie, pero cabe preguntarse si de verdad
necesitan tantas palmaditas en el hombro. Hemos recibido con los brazos
abiertos a todo tipo de creativos, con ideas imposibles bajo la firma de las
grandes compañías. Eso no quiere decir que no cometan errores o que no
necesiten la crítica como vía para mejorar. To The Moon huye del lenguaje único
del videojuego y no parece creer en su capacidad narrativa. Es cierto que
consigue emocionar y nos transporta a una historia difícil de olvidar. Al igual
que también provoca una cuestión fundamental para los futuros juegos de
Freebird Games: ¿nos dejarán vivir sus historias o de nuevo tendremos que
limitarnos a contemplar?
A mí el juego me gustó mucho. Es cierto que su jugabilidad es muy limitada, solo debiendo mover a los personajes al lugar que corresponde y solucionar unos puzzles bastante fáciles, pero bueno, se basa más que nada en la historia y esta es muy buena.
ResponderEliminarSí, la historia está bien escrita y ejecutada. Es difícil decir que es una mala obra y quizás dentro de unos años no seamos tan talibanes con la interacción. En cualquier caso, me ha parecido interesante abordar la crítica con esa idea.
EliminarSaludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSi te molan los indies, el rey indie es Undertale. Es un 10, really.
ResponderEliminarLo tengo ya comprado, espero jugarlo cuanto antes, de todo el diogenes acumulado en mi biblioteca es de lo que más me llama.
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