lunes, 27 de marzo de 2017

To The Moon



Los indies ya no son sorpresa. Llegaron y se asentaron. Ahora viven entre nosotros y se sientan en la cafetería con el resto de sus compañeros. Son uno más, su etiqueta (indie) ha dejado de ser un término sinónimo de elogios. Se han hecho mayores y ya no necesitan la figura del crítico paternalista que reclama relevancia y respeto. Es un momento idóneo para fijar la mirada en aquellos proyectos inocentes de hace un lustro que vivieron felices en plena burbuja de prosperidad y amor al prójimo.


To The Moon (Freebird Games, 2011) nos presenta a Eva Roselane y Neil Watts, trabajadores de la empresa Sigmund Corp. Su servicio consiste en manipular los recuerdos de personas moribundas para que descansen en paz pensando que han alcanzado sus sueños. Su nuevo paciente, Johnny, desea ir a la luna. Los doctores se ponen manos a la obra para insertar ese recuerdo, una misión que implica viajar por la memoria de Johnny, observando sus éxitos y fracasos. De este modo, conocen a River, su amada desde la niñez.

To The Moon es un proyecto pequeño desarrollado casi en exclusiva por su director, Kan Reives, mediante la herramienta RPG Maker. Es un juego que se define por su temática: el romance. Es un hecho doblemente impactante. Primero porque los juegos acostumbran a clasificarse según el género, planteamiento que conduce a análisis centrados en lo bueno o malo que es a base de cumplir las leyes del género. To The Moon no es una aventura gráfica, una aventura a secas o un RPG. Desde esa óptica, es difícil ilustrar sus virtudes. El propio Reives nos ofrece una parodia del género RPG en el primer acto del juego para dejar claras sus intenciones. Segundo, el romance es una temática casi inexplorada en el medio, que conduce a descorchar el champán cuando alguien se atreve a contar una historia así. Una reacción tan acertada como precipitada.

Los doctores Eva y Neil asisten de forma contemplativa al pasado de Johnny y River. Estos últimos absorben por completo el protagonismo de la historia, a pesar de que ninguno de ellos es controlado por el jugador. La interacción recae sobre los doctores, cuyo trabajo consiste en recopilar los objetos destacados de cada escenario para crear mementos que dan acceso a otros recuerdos. A continuación, se plantean sencillos y repetitivos puzles, que no terminan de casar con la narrativa. Ahí termina el papel del jugador.

La falta de interacción es el principal tema de debate en To The Moon. En La ventana indiscreta y Vertigo, Alfred Hitchock proyectaba el rol contemplativo del espectador en el protagonista (en ambas ocasiones interpretado por James Stewart). Le hacía cómplice de su voyeurismo y reflexionaba acerca de la posibilidad de participar en la historia, convirtiendo al personaje en un agente más activo de la trama, con sus respectivas consecuencias. En la obra de Kan Reives, existe un planteamiento muy similar, con la diferencia de que intervenir en la trama se hace desde las sombras, con la mínima interacción. La reducida jugabilidad provoca que observemos a los doctores en lugar de interpretarlos, personajes que a su vez adquieren un rol contemplativo, para dar paso a River y Johnny: los verdaderos artificies de la trama. Son ellos con los que empatizamos, los que nos emocionan. Si To The Moon es una experiencia pasiva, protagonizada por personajes pasivos, la siguiente pregunta es inevitable: ¿era un videojuego el medio ideal para esta historia?


Y no se debe pasar por alto que se trata de una buena historia, escrita con especial dedicación. En una época donde abundan las exposiciones, es un regalo para los sentidos ver una narrativa que huye de explicaciones y obviedades. Lo interesante reside en cómo cuentas la obra, un detalle tan o más importante que el guion en sí mismo. Es una pena que To The Moon ofrezca una pasividad desmesurada al jugador, hecho que chirría más al comprobar su duración. Más de 4 horas se antojan excesivas para una experiencia de este calibre. La jugabilidad no es un apartado a descuidar en favor de la narrativa, ni ofrecer una buena historia supone sacrificar la interactividad en forma de líneas de diálogo y/o cinemáticas.

Entiendo el amor que se profesa a la escena indie, pero cabe preguntarse si de verdad necesitan tantas palmaditas en el hombro. Hemos recibido con los brazos abiertos a todo tipo de creativos, con ideas imposibles bajo la firma de las grandes compañías. Eso no quiere decir que no cometan errores o que no necesiten la crítica como vía para mejorar. To The Moon huye del lenguaje único del videojuego y no parece creer en su capacidad narrativa. Es cierto que consigue emocionar y nos transporta a una historia difícil de olvidar. Al igual que también provoca una cuestión fundamental para los futuros juegos de Freebird Games: ¿nos dejarán vivir sus historias o de nuevo tendremos que limitarnos a contemplar?

5 comentarios:

  1. A mí el juego me gustó mucho. Es cierto que su jugabilidad es muy limitada, solo debiendo mover a los personajes al lugar que corresponde y solucionar unos puzzles bastante fáciles, pero bueno, se basa más que nada en la historia y esta es muy buena.

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    1. Sí, la historia está bien escrita y ejecutada. Es difícil decir que es una mala obra y quizás dentro de unos años no seamos tan talibanes con la interacción. En cualquier caso, me ha parecido interesante abordar la crítica con esa idea.

      Saludos.

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  3. Si te molan los indies, el rey indie es Undertale. Es un 10, really.

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    1. Lo tengo ya comprado, espero jugarlo cuanto antes, de todo el diogenes acumulado en mi biblioteca es de lo que más me llama.

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