Desconozco el patrón que siguen las grandes
cadenas de cine, pero en el caso de Yelmo, su política con la publicidad es
bastante exagerada. A partir de la hora inicial de proyección, se escapan fácilmente 15
minutos entre trailers y anuncios. Los primeros ocupan la mayor parte del
tiempo, lo cual se agradece por ser más entretenidos, pero sigue pesando
demasiado. Los días que hay mucha cola y no llegas con anticipación bien,
porque vas sin miedo a entrar tarde en la sala. Los días que hay cuatro gatos,
es decir, casi siempre que no es fiesta del cine, toca esperar. En el caso de
la escapada a ver Déjame salir (Get Out), tocó tragarse una maratón de trailers
de películas del mismo género: terror y suspense.
Al tercer vídeo promocional, yo ya me estaba
riendo. Son tan absolutamente iguales que parecen parodias. Me hace
especialmente gracia la nueva de James Wan, Annabelle Creation (que para esta película es
productor, no director, pero diría que en este caso la distinción no afecta
mucho). Lleva desde Insidious haciendo la misma película una y otra vez. Igual es que se trata
de un universo cinematográfico de esos (no voy a mentir, no estoy enterado),
perola repitición es exagerada.
Y el resto de películas no parecían muy
diferentes, también estaban las casas encantadas, las niñas en camisón y de
nuevo pertenecían a sagas, bien en forma de remake o bien en forma de secuela.
Es increíble que pasen los años y sigan vigentes los mismos tropos. Sí, es
normal utilizarlos, una historia se construye a base de ellos. Pero acaso no
estamos cansados ya de las muñecas, niños, payasos, ouijas, símbolos
religiosos, etc. Llega un momento que te lo tomas a broma: se sobre utilizan
tanto los recursos que terminan perdiendo su valor terrorífico. Hay tan poca
originalidad que si hiciesen una nueva Scary Movie tendrían que repetir
sketches y gags de películas anteriores, pues no hay mucho más que se pueda
parodiar desde que salió la primera entrega.
En fin, que al menos la película que nos ocupa
en esta entrada, protagonista de la visita al cine, SÍ HACE COSAS GUAYS Y ORIGINALES.
Antes de entrar en materia: considero que la
promoción de la película ha avisado de demasiadas cosas. Incluso el póster ya
advierte de lo que uno se va a encontrar. No son destripes graves, pero es un
caso donde no saber nada o lo mínimo habría sido mejor. Entiendo que quieran
aprovechar el tirón de su historia para llenar las salas, pero es una pena que
su terror no pille por sorpresa. Así que no recomiendo leer nada antes de
verla, aunque por mi parte no voy a hacer spoilers más grandes de los que se
pueden ver en los anuncios (al final ya entro en materia de destripes, lo avisaré).
La película prácticamente desarrolla un solo
escenario: una mansión escondida en una montaña norteamericana. De primeras no
suena muy original. Por suerte, no encontramos en la casa una colección de
clichés para asustar y el guion no es un viaje por el tren de la bruja. La
historia se preocupa por generar una atmósfera inquietante, de las que te
mantienen en tensión y rara vez te dejan respirar. Si te cagas de miedo no es
por los sustos, sino porque en esa aparente normalidad donde todos pretenden
ser cordiales con nuestro querido protagonista, algo no va bien. Conforme
avanza la película, cada vez pasan cosas más raras y lo único que quieres hacer
es salir de ahí. Los primeros acontecimientos en la casa puede que no consigan
sacudirte, pero la tensión va creciendo hasta llegar a unos picos muy
perturbadores y escalofriantes.
Por todo esto, es una pena que la dirección
del debutante Jordan Peele apueste por diversos jumpscares. No encajan con la
ambientación que pretende conseguir y dichos instantes provocan el sobresalto
por el desorbitado golpe de sonido. El susto viene por la repentina subida de
volumen y sí, voy a dar un salto en la butaca, pero NO DA MIEDO. Las
conversaciones que mantiene Chris (el prota) con el resto de personajes ya son
lo suficiente inquietantes para poner al espectador en un estado de alerta, no
hacía falta recurrir a los jumpscares…
Lo que más chirría en Get Out es su manía por
amoldarse a una fórmula comercial. Ha costado tan solo 5 millones de dólares,
cifra que no me parece excusa para abrazar ciertas convenciones. Tras construir
una ambientación magnífica, el desenlace apuesta por explicaciones que subrayan
y requetesubrayan los hechos, mediante diálogos explicativos y mini-flashbacks.
Aunque no es el caso más grave de exposición y de contar el guion en lugar de
mostrarlo, deja un sabor agridulce. Al desvelar el misterio, la tensión
desaparece. Nos relajamos, pues ya estamos al tanto de lo que sucede o deja de
pasar. Y además, el protagonista por fin consigue algo de control sobre la
situación. La gracia era la indefensión que se sentía en el resto de la
película. Por último, el desenlace es demasiado atropellado, con muchas
licencias narrativas.
Pero que no cunda el pánico, pues me quedo
principalmente con lo tieso que he estado en la butaca durante gran parte del
metraje, por las razones que he expuesto al principio. Y queda un punto
importantísimo: los temas que trata la película. Get Out es un gran ejemplo de
cómo coquetear con temas sociopolíticos dentro de una propuesta con pretensiones comerciales, sin ser mojigato ni caer en lo
panfletario. Tampoco abandona las virtudes de su género ni se despreocupa por
mimar a la ficción y a sus personajes.
En resumen, es una propuesta dentro de
convenciones propias de Hollywood (a pesar de que su presupuesto daba margen
para arriesgar más), pero que consigue huir de clichés y aterrorizar más allá
de los jumpscares. Una interesante ópera prima, con una ambientación muy
efectiva y que deja encima de la mesa una serie de mensajes muy adecuados para
su contexto sociopolítico.
Ahora sí, SPOILERS, ojocuidado.
El significado referencial y sintomático
otorga un interesante valor añadido a Get Out. Esto es, las interpretaciones
contextuales que se pueden extraer ahora mismo de la película. Avanza el siglo
XXI y Estados Unidos no parece desprenderse de sus problemáticas raciales,
especialmente hacia la comunidad afroamericana. Tal y como se dice en la película,
la sociedad estadounidense de 2017 habría votado por una tercera legislatura de
Obama si hubiese podido, pero los prejuicios y el clasismo se mantienen. Es
interesante que ciertas secuencias transmiten cierto terror no por los
elementos fantasiosos o peliculeros que ocurre, sino por un racismo tan real
como la vida misma. El elenco de personajes blancos y burgueses destila una
serie de falsas apariencias que oscilan entre lo grotesco y lo cómico, como si
Buñuel hubiese vuelto de su tumba para hacer una caricatura de esa tercera edad
que mantiene una mentalidad retrógrada.
El plot twist, aunque he señalado que derrumba el
terror del filme, es cierto que resulta “gracioso” y da una vuelta de tuerca a
la denuncia social. La nueva forma de esclavizar negros: despojarlos de su
cuerpo, introduciéndose la mente del blanquito burgués, quien desprecia a la
raza cual negrero pero al mismo tiempo, admira su superioridad hasta el punto
de seleccionarla como proyección de una nueva vida.
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