El hombre sin sombra (Hollow Man), la última película de Paul Verhoeven en
tierras americanas, fue un punto de inflexión en su carrera. Un proyecto de
encargo, un guion comercial destinado a hacer dinero que Verhoeven aceptó
gustosamente para regresar a su tierra natal con una buena fortuna. El director
holandés no tardaría en renegar de dicha película, confirmándose como una de
las figuras más peculiares que ha pasado por Hollywood. Lo cierto es que, tanto
por parte de público como crítica, El hombre sin sombra tampoco es
especialmente querida. Pero el resto de las películas de Verhoeven producidas
en Estados Unidos suelen correr una suerte similar a causa de su superficie
comercial y de sus guiones cutres. Así que me animé a verla de nuevo, tras todo
lo que ha llovido desde que su estreno en el plus me permitió verla, para
comprobar qué había dejado Verhoeven en esta particular despedida.
La trama nos sitúa en un laboratorio avanzado y secreto que está haciendo
pruebas con la invisibilidad. Nuestro protagonista es Sebastian Caine, un
científico prodigioso que lidera este proyecto. Tras conseguir la primera
prueba exitosa con primates, decide probar él mismo el experimento y
convertirse así en el primer hombre invisible. El guion no tarda en girar hacia
el tropo de que el poder corrompe, con Sebastian como villano, quien provoca
que el tercio final sea un mero slasher.
La construcción del villano suele ser el punto más criticado de la
película. Cuando Sebastian es invisible, no se dedica a robar bancos ni tampoco
tiene ambiciosos planes de conquistar al mundo. De hecho, sus inicios saben a
poco para muchos de los espectadores: asustar a niños, gastar bromas a sus
compañeros de trabajo, meter a mano a la nueva empleada o espiar a su ex.
Sebastian llega a violar a su vecina, pero no parece que sea un villano como
tal hasta que empieza a asesinar a sus superiores y a los científicos que
conocen el proyecto.
Es aquí donde encuentro el principal problema de lectura de la película. Acostumbrados
a la hipérbole del cine hollywoodiense, Sebastian parece un villano de segunda
que tiene ideas ridículas. No se amolda a las convenciones de villanos de otras
películas de género y eso se debe a que no es un personaje arquetípico. Es más:
no se trata de la historia de una mente privilegiada corrompida por el poder.
Resulta interesante analizar al personaje de Sebastian antes de someterse al
experimento de la invisibilidad. Una persona muy inteligente, sí, prepotente,
también. Y con ideas peligrosas, no hay más que ver cómo trata a sus compañeras
de trabajo femeninas y lo mal que encaja el rechazo de su ex, llegando a
extremos de acoso. Lleva un Porsche que conduce a toda velocidad porque
necesita ostentar más que respirar y no soporta que le den órdenes o que
alguien tenga más razón que él.
El poder de la invisibilidad ni mucho menos le corrompe, pues ya es un
peligro en potencia. Hay una escena en la que se mira en el espejo, donde habla
de la ausencia de barreras morales ahora que nadie puede verle. Pero la idea va
más allá, porque para él violar a una mujer no es un acto inmoral. Es un deseo
interno que lleva a cabo ahora que puede hacerlo sin que nadie le vea y le
juzgue. Un caso de no temer a tus actos, pero sí a sus consecuencias. Siendo invisble, Sebastian se siente libre de las posibles repercusiones. La
mentalidad que se dibuja a lo largo de la primera mitad de película en el
personaje de Sebastian encaja perfectamente con las fechorías que termina
realizando. Y llega a estremecer pensar en cuantos hombres como Sebastian
harían lo mismo en caso de estar libres de una mirada que juzga y castiga. Que Verhoeven muestre a un protagonista bastante idiota con el que no deberíamos
empatizar encaja con su filmografía.
El guion, en su tramo final, no deja de
ser muy pobre, con tintes de slasher de telefilme donde los buenos nunca
rematan al malo y éste revive una y otra vez. Al menos los efectos especiales
siguen siendo impresionantes. De verdad que sorprende lo bien que han
envejecido, además de que, en este caso, están en buenas manos.
Sin ser una maravilla, El hombre sin sombra no puede obviarse de la
filmografía de Verhoeven, al igual que tampoco se debería ver como una obra de
la que avergonzarse. Tiene detalles de interés y funciona como entretenimiento.
Decir que se ha infravalorado es una exageración, pero también me lo parece
afirmar que se trata de una obra mediocre.
Si no recuerdo mal, se estrenó en octubre de 2000 en España, que es cuando empecé a trabajar en un cine, así que es posible que está fuera mi primera peli gratis trabajando allí.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con todo, la peli no la recuerdo mala, tampoco buena, pero era resultona y se veía bien, eso sí, el final era aburridote.